lunes, 28 de octubre de 2013

El Ave Fenix  


Quiero comenzar este blog con el más bello de los animales mitológicos,  El Ave Fenix:

Más conocido con el nombre de “ave fénix”, el Phoenicoperus -tal como la bautizaron los helénicos- es un ave mitológica oriunda de Medio Oriente, norte de África e India. Su tamaño es similar al de un águila con quien también comparte la fuerza de sus garras y de su pico  o una hermosa garza con dos plumas en su cabeza a modo de cresta y su plumaje varía entre las gamas del rojo, el amarillo y el naranja. 
Se dice que en jardín del Eden, debajo del arbol del bien y del mal, floreció un arbustode rosas; y junto a la primera rosa nació un pájaro de bello plumaje y un canto incomparable; el más noble y fiel que se negó a probar las frutas del arbol prohibido.
Cuando dán y Eva fueron expulsados del paraiso, sobre su nido cayó una chispa de la espada de un angel y el pájaro ardió al instante; como premio a su fidelidad le fue concedido el don de la inmortalidad junto con otros privilegios como el conocimiento, su fuerza increible y sobre todo la magia curativa de sus lágrimas.
De las cenizas de su nido, nació un nuevo ave fenix, de plumaje inigualable escarlata y dorado. El ave conocía el momento en que moriría… La víspera de su muerte, preparaba un lecho de hierbas olorosas, ponía un huevo -al que empollaba durante algunos días- y después se auto-incendiaba. La mitología no precisa si el pájaro comenzaba a arder accidentalmente o por efecto de su voluntad. 

Para los antiguos egipcios tal vez era la más importante de sus aves sagradas y simbolizaba la esperanza y la continuidad de la vida después de la muerte y era representado como una especie de águila, revestida de plumas doradas y rojas, los colores del sol naciente.

Su voz era melodiosa, pero se hacía tan lastimera a la hora de su muerte que  consternadas las demás criaturas por su melancólica belleza  acababan muriendo también.

Su nombre egipcio “fenu” puede ser traducido como “el brillante” (quizas por el color de sus plumas), lo que explicaría por qué en Heliópolis pudo ser interpretado como símbolo de la luz. Estaba íntimamente relacionado con la divinidad solar, y ya en época tardía se le asoció también al planeta Venus.

Todos los amaneceres, y conforme a las creencias egipcias, este pájaro, garza o águila se “creaba a sí mismo” elevándose en ardiente llama sobre el sicomoro celestial, o como el “alma de Osiris” que descansa por la noche en este árbol sobre el sarcófago del dios.
 
Esto venía a confirmar la transición de los mitos egipcios a los fantasiosos relatos de los griegos de que el Fénix provenía de Arabia o Etiopía (la “región del amanecer”) donde se nutría de perlas de incienso, lo que le confería una larguísima existencia, volando desde allí al templo de Heliópolis, embalsamando a su padre Osiris en un huevo (¿el Sol?) y luego quemándose a sí mismo. Según la leyenda, sólo uno de estos Fénix podía tener cabida en el Universo. El poeta Hesíodo (entre los siglos VIII y VII AC.), autor de Teogonía, afirmó que su longevidad era nueve veces mayor que la del cuervo. No obstante, para otros autores podía llegar a vivir hasta los 97.200 años. 

Cuando sentía la cercanía de la muerte se autoinmolaba en una pira que encendía con canela silvestre y, mientras el fuego se llevaba su espíritu, un nuevo y esplendoroso Fénix surgía de sus cenizas, que recogía con sumo cuidado los restos de su padre, guardándolos en un huevo de mirra. Ya en la ciudad de Heliópolis, los depositaba sobre el altar del Sol.
Se creía que su carne podía conferir la inmortalidad y sus cenizas eran capaces de resucitar a los difuntos.




Para los chinos, el Fénix (llamado “Feng”) es un ave de resplandecientes colores, parecida al faisán y al pavo real. Los machos, que tenían tres patas, habitaban en el sol. En las regiones infernales chinas existe un edificio imaginario que se denomina la “Torre del Fénix".
Según una antiquísima leyenda, las aves, decidieron hacerlo su rey. Para ello enviaron una nutrida representación de las diferentes aves. Unos desertaron ante las dificultades del camino y la distancia, y otras sucumbieron de la empresa. 
Finalmente, sólo treinta de éstas aves consiguieron llegar hasta su montaña y le ofrecieron el trono: “Simurg” puede traducirse como “Treinta Pájaros”. Esta ave, revestida de plumas doradas y rojizas -los colores del sol naciente- tenía un canto tan armónico como lastimero. Era una de las más hermosas criaturas fabulosas porque representaba la esperanza y la continuidad de la vida más allá de la muerte.